jueves, 3 de mayo de 2012

Editorial

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DIVINO, EL LIBRE EJERCICIO DEL PODER
La sabiduría infunde en el hombre, el don de reconocer sus errores
Escribe
Carlos Torre moyano

La sabiduría ha sido, desde tiempos muy remotos, la herramienta divina que le ha permitido al hombre armar su potestad sobre la faz de la Tierra.
Levantar la mano para decidir un voto a favor o en contra, habla del lógico análisis de la sabiduría que ha tenido ese hombre o mujer, para ejercer su postura a favor o en contra de algún proyecto, desde los comienzos de las primeras sociedades democráticas.
La Democracia argentina –tan devaluada por cierto, en estos tiempos-, ha formalizado una cultura de representaciones masivas, aunque en realidad, son solo, representaciones de «muy pocos» con mucho poder económico, quienes promueven importantes campañas mediáticas, en pos de una determinación política.
De hecho pasó en el tiempo del ex presidente Menem. A él lo acusan por su falta de «sabiduría» para defender la función a la que el pueblo le había designado. Armó un escenario circense que deba risa, para poder fundamentar la venta de las principales empresas que tanto habían sido defendidas por todos los anteriores presidentes: Alfonsín, Perón, Frondizi, Irigoyen, Uriburu, Figueroa Alcorta, etc.
Hombres que tuvieron distintos posicionamientos políticos y que forjaron su cultura a lo largo de todo el Siglo XX, pero a ninguno de ellos, se les cruzó la idea de vender el patrimonio de la tierra; y no era casual, sino que el pueblo lo demandaba.
Ahora bien, luego de haber corrido tanta agua bajo los puentes, aparecen todavía algunos que pareciera no asumen «sabiduría». No tienen en cuenta el saber «empírico» a la hora de levantar su mano; no poseen la capacidad de reconocer el error de la experiencia pasada.
Mirar sin ver, es simplemente no existir. Es poner en evidencia su propio sometimiento a fines «non-santos». Entendiendo este sometimiento de mono a hombre. Valiendo tanto para el hombre, como para la mujer.
Haber votado a favor de lo extranjero es no darse cuenta que es como pretender lanzarse a cruzar una autopista con los ojos vendados… Bajo qué argumentos, un legislador actual podría mirar a sus hijos u otros familiares cuando le consulten sobre semejante decisión!.
Se verán obligados a afirmar sus convicciones para votar en contra de la mal llamada expropiación, cuando en realidad, debería llamarse «posesión» de YPF; por ejemplo.
En sus conciencias de hombres públicos quedará la estigma marcada a fuego del mal uso de esta «libertad» ejercida en el Congreso de la Nación Argentino.
Desde tiempos remotos se define precisamente al ser libre, como «ente, que es causa de sí mismo» (Santo Tomás). Por esto resulta que, en el hombre, la raíz de la historia es la libertad. Lo que no es eso es naturaleza. El error del idealismo ha estribado en confundir la libertad con la omnímoda indeterminación. La libertad del hombre es una libertad que, al igual que la de Dios, sólo existe formalmente en la manera de estar determinado. Pero, a diferencia de la libertad divina, creadora de las cosas, la libertad humana sólo se determina eligiendo entre diversas posibilidades. Como estas posibilidades le están «ofrecidas», y como este ofrecimiento depende parcialmente, a su vez, de las propias decisiones humanas. Por eso, la libertad del hombre adopta la forma de un acontecer histórico.

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