martes, 3 de febrero de 2009

SE ACERCA EL FINAL DEL JUICIO HISTÓRICO




SE ACERCA EL FINAL DEL JUICIO HISTÓRICO

Se comprueba el plan de represión sistemática
Por J Chiclana FOTO: Fiscal Rodriguez– Gentileza Periodistasenlared

Informe sobre la etapa final de este juicio donde ya pasaron casi todos los testigos y comienzan los alegatos
Ya pasaron todos los testigos presentados, se ventilaron pruebas y testimonios numerosos sobre la masacre y las acciones ilegales que tuvieron como jefes a Fernández Gez, Pla y Becerra. Próximos a desarrollarse los alegatos muy difícil es que estas figuritas puedan escaparse del peso de la ley.
Mientras tanto muchas otras personas y personitas fueron mencionadas y puede haber quedado algo de confusión sobre el papel y el lugar en que figuró cada uno. Y la importante figuración de varios que apenas fueron señalados. Para tratar de orientar un poco en la madeja de acontecimientos y la maraña de nombres y roles es que hacemos el duro esfuerzo de sintetizar e intentar poner un poco de claridad. En la dictadura había bandos y cada uno de ellos manifestaba proyectos diferentes.
En los bandos había gente mediocre, a veces fanática, otros oportunista y mucha canalla. Un bando era el del Ejército y otro el del tandem Marina-Fuerza Aérea, a cuya cola revistaba la Iglesia local. El primero estaba apadrinado por el general Juan Pablo Saá, jefe de la VIII brigada en Mendoza y el “Cachorro” Menéndez; el otro respondía al muy católico brigadier Capellini y al almirante Massera.

LOS DOS BANDOS Y SUS PADRINOS

La política represiva en la subzona de la ciudad de San Luis la dirigía el Ejército, es el grupo que está siendo juzgado -más alguno ya fallecido y otros escabullidos-, se manejaba por razones ideológicas-políticas, contra la “subversión apátrida”, y no se proponía objetivos moralizantes. Algunos de estos militares eran separados, como Pla, aprovechaban para violar mujeres sin disimulo y concurrían a las fiestitas en lo del médico Caram. No tenían representantes políticos en el gobierno de San Luis y el único abogado cercano, funcionario y asesor de ellos era un tal Acevedo, más dos jueces en el Superior Tribunal.
El otro bando era más nutrido, pues reunía a toda la gente de la Iglesia y varios políticos de diferentes signos. Aparecía como cabeza aparente el gobernador Marcilese, pero lo más probable era que el obispo Laise y sus dos abogados de confianza fueran los que llevaban la manija. Estos hombres claves eran el abogado Horacio Zavala Rodríguez, que fue designado subsecretario de gobierno el mismo 24 de marzo y único civil en el primer gabinete militar, y Ricardo “Richard” Olivera Aguirre quién en año 76 pasó a ocupar un importante cargo en Mendoza. Este grupo estaba disconforme con la política represiva pues consideraba que además de dura, debía ser “moralizante”.
Los oficiales del Ejército obraban con frialdad, detalle y ejecutividad, con un plan sistemático; al que se resistía lo fusilaban, con hicieron con Cobo; al que se entregaba lo reventaban con la picana; si cantaba como Sarmiento le daban 7 años de prisión y si no cantaba lo desparecían como pasó con Ledesma.
Por ahí con las chicas se divertían, aunque no tuvieran motivos la tomaban para befa y escarnio; y como no podían reintegrarla a su pueblo pues contaría todo, directamente la asesinaban. O la violaban y la obligaban a marcharse de la provincia. Si las personas no tenían que ver, pero eran pudientes, a veces se las detenía o amenazaba para que pagaran una retribución y quedaran liberadas de sospechas. Integrantes de las firmas Dovecar y Ombú, entre ellos Acevedo, están sospechados de estas últimas maniobras.
Estas acciones, “incompletas” y “desprolijas”, no podían contentar al otro grupo represivo. Para colmo Laise le pidió a Fernández Gez limpiar a un curita y este no accedió. Así como Massera diseñó su propia política en la Esma para mostrar que la Marina era líder en el amasijo de un país, en San Luis los muchachos catolicones intentarían la misma vía. Tenían al hombre.

EL FISCAL RODRÍGUEZ EJE DE LA POLÍTICA
MORALIZANTE

El hombre clave con que contaban era un abogadito santafesino que cumplía funciones de Agente fiscal en San Luis; su nombre era Carlos Jesús Rodríguez. Necesitaba él una patota fascistoide para hacer el trabajo sucio. Dos hombres ya estaban; venían de los servicios secretos de la Policía de Córdoba y con antecedentes en el peronismo lopezregista, eran Arce y Sáiz, ellos reclutaron al comisario Velásquez, torturador principal de la patota de Pla.
La política moralizante que emprendió Rodríguez consistía en atacar el juego clandestino, el aborto, la prostitución y emprender otros controles de corte medieval. Su patota respondía muy bien: llegaron hasta secuestrar y asesinar a una persona que tachaban como proxeneta. Su impunidad era tal, que directamente la botaron viva a un dique.
Pero se presenta un grave problema; un problema de pesos: quién se quedaría con la parte del león de las exacciones y secuestros ilegales. Las dos patotas pujan por eso. Rodríguez manda allanar la empresas Dovecar Ombú y Negri Automotores Ya Pla le había pedido a Velásquez que liquidara a Rodríguez, pero ahora la cosa es más pesada. Contra Negri y Acevedo -también asesor letrado de Dovecar-, Rodríguez toma medidas más duras, la Policía no quiere allanar. El juez Del Campillo anula procesamiento de directivos de Dovecar. La patota le pone bomba a Del Campillo. El conflicto estalla y sale de la provincia.






UNA PATOTA ES DESTROZADA POR LA OTRA

Los generales intervienen en el asunto y ordenan a la patota de Pla apresar a la otra y hacerla cantar. Luego de torturas varias contra Arce, Sáiz y Velásquez reconocen que su jefe es el fiscal Rodríguez, y que él los mandaba a extorsionar. Al ser detenidos, se los muestra por televisión, y la esposa de una víctima los reconoce como autores.
Mientras tanto el fiscal Rodríguez es destituido y detenido por el juez federal Eduardo Allende, amigo de Acevedo y hombre del Ejército. Rodríguez la pasa muy mal y tiene que venir el brigadier Capellini a rescatarlo. Luego el Richard junta firmas para enviar la famosa carta a Massera, pidiendo por él.
La patota destrozada hace segunda declaración donde libera de culpa a Rodríguez. Pero se viene de nuevo la noche para ellos; son reconocidos como autores del asesinato del lago y condenados por ello a varios años de prisión. Es uno de los juicios que hay que tener en cuenta.
Rodríguez disparó para Córdoba esperando volver. En San Luis todavía lo estamos esperando.

COLOFÓN DE TREINTA AÑOS Y DOS JUICIOS

El fiscal Esley, hombre del Ejército, reemplazó a Rodríguez. Varios de los que mandaron la carta a Massera comienzan a organizar el partido del almirante, la “Democracia social”.
Al poco tiempo Fernández Gez y Pla son reemplazados y marchan a cumplir “servicios” a otras provincias.
En la nueva reorganización ministerial del brigadier Di Risio el obispo Laise ya pondrá directamente a todos sus muchachos.
Lo más duro de la represión habrá pasado hacia el 79-80. Ya no había lugar para secuestros, muertes y extorsiones. Y los mismos milicos en funciones criticaban a los que los precedieron.
La plaga de los cuatro jinetes había pasado por San Luis.
Treinta años después recién estamos agarrando la punta del ovillo.

No hay comentarios: