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Una célebre frase sentencia “La
historia se repite: una vez como tragedia y otra vez como farsa”… Casualidades,
paradojas de la vida y de la historia, me retrotraen a un primer acto signado
por la injusticia en 1956.
Mi padre, militante de la “Resistencia Peronista”, fue
echado de la
Municipalidad de San Luis por el régimen dictatorial
autodenominado “Revolución Libertadora” luego de haber trabajado durante seis
años. El acto de remoción como empleado municipal fue formalizado mediante el
Decreto Nº43-H-56. En aquel documento, se justificaba la cesantía por las (sic)
“expresiones de apoyo al mandatario depuesto por la Revolución ” que había
expresado mi padre en conversaciones con otros empleados de la Municipalidad. Por
cierto que al único que le cupo esta sanción fue a él…
Cincuenta y siete años después,
aquel hecho aún permanece sin ser vindicado y mi padre a sus setenta y ocho
años convive estoicamente con el sabor de haber sido víctima de un atropello.
Cincuenta y siete años después, la historia se repite. El segundo acto signado
por la injusticia aconteció el viernes 4 de enero de 2013 y me tocó a mí, María
Alejandra Quiroga. Como mi padre, para esa fecha llevaba seis años trabajando
con carácter exclusivo en el Municipio como un acto consciente y sostenido de
ejercicio de compromiso con lo público. Nada de ello impidió que fuera
victimizada en al menos tres oportunidades, en el lapso de 72 horas.
La primera agresión la recibí
del Ing. Ramón Zarrabeitia, cuando al inicio de la jornada laboral del día 4 de
enero, con violencia y frente a testigos requirió unos expedientes que tenía en
mi poder y que quedaron a su disposición. También me solicitó en el mismo tono el
ingreso a la oficina del Sr. Silva, facultad de la que como empleada nunca
dispuse.
La segunda agresión de la que
fui objeto sucedió el día lunes 7 de enero, 72 horas después de que transcurrieran
los hechos de público conocimiento. Como ocurría diariamente, me presenté a
trabajar y fui interceptada por empleadas administrativas que me hicieron
entrega de una cédula de notificación en la que se me comunicaba la no
renovación de mi contrato laboral. Dicha cédula, con fecha 4 de enero, a
diferencia del decreto que había recibido mi padre, no contenía ninguna razón
sobre esa disposición, ni remitía a ninguna resolución o expediente. Antes de
retirarme del edificio municipal y sumida en un hondo aturdimiento por lo que
acababa de suceder, el Escribano de la Intendencia , Fernando Cangiano, me propuso la
posibilidad de una entrevista con Usted a las 18:00 horas de ese mismo día en
su despacho, y accedí a esa propuesta.
La tercera agresión provino del
“ninguneo” que sucedió en la tarde del 7 de enero cuando asistí con puntualidad
a su despacho para entrevistarme con Usted, según me lo había comunicado el
Escribano Cangiano. Luego de que un sinnúmero de veces sus secretarias me
requirieran mis datos personales, la razón de mi presencia y me avisaran que
aguardara un minuto más de espera, ésta se prolongó por más de dos horas y
media, hasta que alrededor de las 20:30 horas me informaron que no me iba a
poder atender… Eso sí, luego de ofrecerme disculpas, me solicitaron mi número
telefónico aduciendo que se comunicarían conmigo a la brevedad. Estoy
escribiendo esta carta para Usted y ya es 10 de enero, el teléfono no sonó
nunca.
Han transcurrido cincuenta y
siete años de lo que creo que ha sido un capítulo trágico en la vida de mi
padre… el refrán reza que la historia se repite, y porque me atrevo a citar las
lúcidas palabras de Rodolfo Walsh para quien “nuestras clases dominantes han
procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina,
no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las
luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se
olvidan”, es que esta vez me niego a aceptar que la impunidad fruto de la
precariedad y del desamparo laboral y del despido arbitrario se reitere.
Así lo espero.
Arq. María
Alejandra Quiroga
DNI 27.790.812
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