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‘‘A que se deben tantas catástrofes en el Mundo’’
¿Castigo de Dios?
Por: Andrés Miranda P.
Periódicos locales e internaciones hacen suya los títulos como «¡El fin del mundo! ¡Llamado de atención de Dios! Y otros. Así mismo diversos grupos y hombres se pronuncian respecto al sismo que ha sacudido a Japón dejando a su paso resultado catastróficos y repercusiones a largo plazo y de diversas naturalezas. De hecho este acontecimiento de magnitud ya ha producido otras con-secuencias a raíz del mismo como posible crisis nuclear debido a la explosión de una de las plantas nu-cleares. Debido a lo anterior, muchos hoy tratan de alguna manera encontrar y relacionar estos sucesos con el fin del mundo o más bien un castigo de Dios.
¿No han sido las historias del Universo?
Según datos proporcionados por el Centro de Investigación de Catástrofes de Bruselas (CRED), más de la mitad de las muertes registradas a raíz de catástrofes naturales durante el último siglo han sido motivadas por terremotos.Los estudios afirmaron además que un 60 por ciento de las víctimas por devastaciones naturales registradas entre 2000 y 2009 perdieron la vida en sismos, fenómeno que sigue representando una gran amenaza porque ocho de cada diez de las ciudades más pobladas del mundo se encuentran sobre límites entre placas tectó-nicas.
A comienzos del año 2010, específicamente en el mes de enero, no olvidamos la gran catás-trofe jamás ocurrida en Latinoamérica que sacudió al país más pobre de la región, Haití, y quizás uno de los más pobres del mundo. Seguidamente se dieron también sismos de magnitud y consecuencias considerables en Chile. Unidos a estos hemos sido testigo de distintos desastre en diferentes partes del mundo de tipos similares.
Estando ya en el año 2011, y como se viene dando desde mucho tiempo atrás, hay posibilidad de que naciones se levanten en guerras, de probables invasiones, de peligros inminente ocasionados por la mente del mismo hombre. Pero aun más, una vez más, hemos sido testigos de escenarios desconsolados y desgarradores. ¡La fuerza de la naturaleza a su paso arrasa con todo y deja a su paso un episodio inolvidable de dolores y pérdidas humanas irrecuperable! Amanecen las personas y con corazones quebrantados por los embates de la cual somos incapaces de luchar y prevenir. Solo hay heridas, dolores, sufrimientos, tristezas y llantos por doquier. El mundo entero está confuso y alerta ante tal magnitud de cataclismo. Así es la realidad que hoy se vive en el viejo continente asiático, concretamente en Japón. La desolación es aterradora. Niños, mujeres, ancianos y hombres han sido atropellados, han sido anticipados por este sismo de gran consecuencia, y no solo para dicho país sino de
repercusión económicamente global. La impotencia y la desesperación se apoderan de las personas que son impac-tados por este hecho. Los daños son cuantiosos y valorados en millones de dólares. Las pérdidas de vida humana son irreparables. Los trastornos son productos de momentos y experiencias descorazonadores. Según datos preliminares de la con-sultoría inglesa Capital Economics «se preocupa del impacto potencial para las finanzas públicas, afirmando que - el desastre no podía intervenir en un peor momento, cuando la economía se contrajo ya a finales de 2010».
Los flagelos están de forma cruda y agonizante a la vista de quien lo padece, en el interior de quien lo experimenta en carne propia, no en aquél que la ve, sintoniza, escucha ni se informa desde la distancia. Los sentimientos están en el que la contempla no en el que lo lee desde puntos remotos.
Ahora bien, regresando al título que encabeza esta parte preguntamos ¿Acaso no ha sido estas situaciones las mismas historias del universo desde que el hombre pecó en el Edén? Muchos relacionaron el hundi-miento del transatlántico «Titanic» en 1912 con algún mensaje divino. En la primera y segunda guerra mundial muchas rela-cionaron aquellas catás-trofes con el fin del universo y castigo de Dios y el mundo continúa. Así sucesivamente cada vez que se da un evento particular, inmediatamente están distintos personajes tratando de encontrar alguna relación de aquellas tragedias con la Biblia. Buscan algún significado en la Biblia aunque éste esté comple-tamente aislado de los hechos modernos. ¡Blasfeman! Blasfeman contra Dios, contra la fe, contra la razón. En sus ojos y razonamientos solo están oscuras nubes y negras noches en los cielos y corazón de Dios. Son muestras de descono-cimientos totales del propósito de la Biblia y de cada uno de sus escenarios en cada época.
En la historia del universo se ha sido testigos de grandes cataclismo en distintas partes del mundo. ¿Son todos y cada unas de ellas un anuncio de Dios de su segunda venida? ¿Acaso requiere Dios anunciar su venida a través de una calamidad? ¿Acaso disciplina Dios a los desobedientes por medio de la mortandad? Entonces ¿Es un Dios que impone su devoción a la raza humana? ¿No es un Dios que nos deja a libertad de escoger nuestro camino? De lo contrario, con cada unos de estos hechos estaríamos ante un creador que es dictador, que es tirano. Pero lo cierto es que Dios no hace llamado de atención ni anuncia su venida de la forma tan cruel como se le quiere presentar. Estos hechos no guardan relación alguna con el mensaje divino.
Con lo ocurrido en Japón, ya hay quienes levantan su voz refiriéndose a este hecho como castigo de Dios o como una advertencia del fin del mundo. ¡Cuántas igno-rancias! Siento gran dolor cuando veo semejante ignorancia y al mismo tiempo imprecación que salen de la boca de aquellos que tratan de alguna manera, pero injusta atribuir estos hechos a las manos de Dios. Aseveran sin siquiera razonar pro-fundamente con la razón de la Biblia.
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