martes, 12 de abril de 2011
PAGINA 6
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Se descubren mas razones para creer en Dios basadas en la teoría del gran científico Blase Pascal
Pascal nació en Francia el 19 de junio de 1623, fue un matemático, físico, filósofo y teólogo francés, considerado el padre de las computadoras junto con Charles Babbage. Fue un niño prodigio, educado por su padre, un juez local.
Pascal es uno de los filósofos mas grandes de la historia. Su teoría se gestó por una conversión espiritual muy profunda –por medio de tres sueños...
De ser un genio para las ciencias (era genial, de verdad, cuando niño hizo tratados de óptica, la sumadora) lo que vendría a ser un ‘hombre de ciencia’, Pascal se convirtió en un hombre religiosísimo, que tomaba todo lo espiritual con mucha gravedad. Dios se convirtió en su TODO. Hay relatos anecdóticos sobre cómo se pegó un poema que escribió a Dios en la solapa de la chaqueta y siempre lo observaba para orgullo propio.
LA PRINCIPAL IMPORTANCIA de Dios y por lo que Pascal dice que hay que creer en Dios, es porque sin Dios el hombre es infinitamente miserable –miseria hominis. La Dignitas Hominis, o la dignidad humanal sólo la confiere Dios, porque el hombre es efímero, miserable, una partícula de polvo en el universo; sólo por medio de esta conciencia de que hay algo perfecto, algo mayor, inacabable el hombre es conferido de dignidad.
Algunos de sus Pensamientos –parte de su obra literaria, son ígneos... verdaderos pedazos de fuego.
Fragmentos de la teoría
185. La conducta de Dios, que dispone todo con dulzura, consiste en implantar la religión en el espíritu por razones, y en el corazón por la gracia. Pero querer implantarla en el espíritu y en el corazón por la fuerza y con amenazas no es implantar la religión, sino el terror, «terrorem potius quam religionem».
233. INFINITO. NADA. -Nuestra alma está arrojada en el cuerpo, en el cual encuentra número, tiempo, dimensiones. Razona sobre ello y llama a esto naturaleza, necesidad, y no puede creer otra cosa.
La unidad unida al infinito no lo acrecienta en nada, no más que un pie a una medida infinita. Lo finito se aniquila en presencia de lo infinito y se convierte en pura nada. Así, nuestro espíritu ante Dios; así, nuestra justicia ante la justicia divina. No hay desproporción tan grande entre nuestra justicia y la de Dios, entre la unidad y el infinito.
La justicia de Dios tiene que ser tan enorme como su misericordia. Ahora bien: la justicia respecto de los réprobos es menos enorme y debe chocar menos que la misericordia respecto de los elegidos.
Conocemos que hay un infinito e ignoramos su naturaleza. Como sabemos que es falso que los números sean finitos, por tanto es verdad que hay un infinito en número. Pero no sabemos lo que es: es falso que sea par, es falso que sea impar; porque añadiéndole la unidad no cambia de naturaleza; sin embargo, es un número, y todo número es par o impar (es verdad que esto se refiere a todo número finito). Así puede perfectamente ser conocido que hay un Dios sin saber lo que es.
¿No hay una verdad sustancial, viendo tantas cosas que no son la verdad misma?
257. No hay más que tres clases de personas: unas que sirven a Dios, habiéndole encontrado; otras que trabajan en buscarle, sin haberlo encontrado; otras que viven sin buscarle ni haberle encontrado. Los primeros son sensatos y felices; los últimos, locos y desgraciados; los del medio, desgraciados y sensatos.
Se ocultan en la multitud e invocan en su ayuda al número. Tumulto.
277. El corazón tiene razones que la razón no conoce. Se sabe esto en mil cosas. Yo digo que el corazón ama naturalmente el ser universal, y se ama naturalmente a sí mismo, en la medida que se entrega; se endurece contra el uno o contra el otro a su antojo. Habéis rechazado lo uno y conservado lo otro, ¿es que os amáis por razón?
278. Es el corazón quien siente a Dios, y no la razón. Esto es lo que es la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón.
279. La fe es un don de Dios; no penséis que decimos que es un don de razonamiento. Las otras religiones no dicen esto de su fe; para llegar a ellas, no daban sino el razonamiento, que, sin embargo, no conduce a ella.
288. En lugar de quejaros de que Dios se ha escondido, dadle gracias de que se haya descubierto tanto; y le daréis gracias también de que no se haya descubierto a los soberbios sabios, indignos de conocer un Dios tan santo.
Habría dos clases de personas: las que tienen el corazón humillado y aman lo bajo, cualquiera que sea el grado de espíritu que tengan, alto o bajo; o las que tienen bastante espíritu para ver la verdad por grande que sea la oposición a ella.
375. He pasado mucho tiempo de mi vida creyendo que había una justicia; y no me equivocaba; porque hay una, según Dios nos lo ha querido revelar. Pero yo no lo tomaba así, y me equivocaba en esto; porque creía que nuestra justicia era esencialmente justa, y que yo tenía con qué conocerla y juzgar de ella. Pero me he encontrado tantas veces falto de juicio recto, que he llegado finalmente a desconfiar de mí, y después de los demás. He visto que todos los países y hombres son mudables; y así, después de muchos cambios de juicio, concernientes a la verdadera justicia, he reconocido que nuestra naturaleza no era sino un continuo cambio, y desde entonces no he cambiado; y si cambiara, confirmaría mi opinión.
Quién es el Espíritu Santo
El Espíritu Santo es una persona real que vino a vivir dentro de los verdaderos seguidores de Jesucristo después de que Jesús resucitara de la muerte y subió a los cielos (Hechos 2). Jesús dijo a sus discípulos...
«Y yo pediré al Padre que os envíe otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con vosotros. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero vosotros lo conocéis, porque él está con vosotros y permanecerá siempre en vosotros. No voy a dejaros abandonados: volveré para estar con vosotros.» (Juan 14:16-18)
El Espíritu Santo no es superficial ni una sombra celestial, tampoco una fuerza impersonal. Es una persona igual del mismo modo que Dios el Padre y Dios el Hijo. Es considerado el tercer miembro de la trinidad. Jesús dijo a sus apóstoles...
«Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mateo 28: 18-20)
Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y todas las cualidades divinas atribuidas al Padre y al Hijo, son igualmente atribuidas al Espíritu Santo. Cuando una persona nace de nuevo por creer y recibir a Jesús (Juan 1:12-13; Juan 3:3-21), Dios habita en esa persona a través del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16). El Espíritu Santo tiene intelecto (1ª Corintios 2:11), emoción (Romanos 15:30), y voluntad propia (1ª Corintios 12:11)
La función principal del Espíritu Santo es ser el testigo de Jesús (Juan 15:26; 16:14). Él habla a los corazones de la gente la verdad de Jesús. El Espíritu Santo además actúa como maestro de los cristianos (1ª Corintios 2: 9-14). Les revela la voluntad de Dios y la verdad de Dios. Jesús dijo a sus discípulos...
«Pero el Espíritu Santo, el Defensor que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho.» (Juan 14:26)
«Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder.» (Juan 16:13)
El Espíritu Santo ha sido dado para vivir dentro de quienes creen en Jesús, con la función de reflejar el carácter de Dios en la vida de un creyente. De forma que no podamos hacerlo a nuestra manera, el Espíritu Santo impartirá en nuestras vidas amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (Gálatas 5:22-23). Por encima de intentar ser amado, paciente, amable, Dios nos pide que dependamos en Él para que reflejemos estas cualidades en nuestras vidas. De esta manera, los Cristianos lo llaman vivir en el Espíritu (Gálatas 5:25) y ser llenados con el Espíritu Santo (Efesios 5:18).
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