domingo, 4 de abril de 2010

Don Quijote de La Mancha o Don Alberto de La Punta


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Por Juan Alberto Gómez

Cuando Miguel de Cervantes Saavedra escribió la novela del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, nunca hubiera imaginado que 400 años después apareciera un personaje real, pero muy parecido al suyo. Otro que de tan inteligente, se puso a leer historias y leyó tanto que creyéndose caballero andante salió en busca de aventuras, confundió molinos de viento con gigantes enemigos. Así el paralelismo con Don Alberto de La Punta, hombre que al haber perdido el juicio sale en busca de aventuras, encuentra una manceba que en su locura la cree reina, en vez de llamarla Dulcinea, él la llama La Mambogoris. Al igual que el Quijote, cuando se da cuenta que no tenía un buen caballo, ni armadura de caballero, ni doncella para dedicarle sus triunfos. Es entonces que convoca al primer sonzo del pueblo y le dice que desde ese momento él sería su escudero. Así fue que Don Quijote buscó a un labrador vecino suyo, hombre de bien, pero de muy poca sal en la mollera para tal cometido. Chancho Panza, a diferencia de su señor, es un hombre realista y práctico que lo seguirá fielmente en un juramento, a pesar de que no entiende sus idealismos. Mientras Don Quijote se dedica a deshacer imaginarios entuertos en su camino; Sancho, sencillo y bonachón, tratará de disuadirle para que no se meta en complicaciones.

Según la famosa novela, este personaje supone que todo noble caballero debe tener, no sólo un escudero, sino que además debe tener una dama en su corazón a quien dedicarle sus victorias. Se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio importancia. Se llamaba Aldonza Lorenzo, y a esta le dio título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre, pensó en uno que fuera acorde al de una princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, místico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.

Don Alberto en cambio de Don Quijote, tiene mucha plata y mucho poder. Por lo que puede cambiar de sitios muy rápidamente. Su caballo Rocinante es a veces un avión, otras veces un helicóptero, un BMW o un platillo volador imaginario. Su Sancho Panza, es a veces su Chancho Panza también depende donde esté ubicado, puede a veces ser Adolfo, o Julio o Pérez o Carlos cambian indistintamente; al igual que Dulcinea, tanto como puede ser la más excéntrica de las botineras o la actriz más a mano.

Don Quijote en las imaginarias aventuras, descubre treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como los vio, dijo a su escudero:
–Comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza. aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

Siguiendo el paralelismo, Don Alberto de La Punta, no vio a miles de docentes que venían hacia la Legislatura para pedirle por el aumento de unos pesos. Don Alberto de La Punta, creyó ver a los enemigos armados, confundiendo espadas con banderas, escudos de hierro con pancartas y cuando le dijeron que tenían tizas en los bolsillos, entendió que eran proyectiles para fusiles de guerra. Inmediatamente mandó ubicar una gruesa columna de uniformados armados con fusiles, carabinas, caballos de buena preparación y hombres bien fornidos para enfrentar los nuevos enemigos.

Don Quijote cayó en una estrepitosa rodada después que puso su lanza en una de las aspas del primer molino, y allí Sancho se acerca y le dice: Vio que yo le dije, eran molinos no mas.

Don Alberto de La Punta siguió su derrotero y al llegar al Durazno después de su batalla en la Legislatura preguntó si habían liquidado a todos sus enemigos, allí otro Sancho, le informó que no, que los docentes no fueron a la Legislatura, que se quedaron en la plaza. Malditos cobardes, gritó. Ahora busquen su nuevo itinerario. Dicen que formarán caravanas en dos columnas hacia Merlo, le respondieron.

Lo dramático de este paralelismo es el final de la novela de Saavedra, porque allí es cuando Don Quijote recobra la cordura y Sancho comienza a perder el juicio.

De tan parecidos estos personajes imaginarios, no vaya a ser que Don Alberto sea quien recobre la sensatez y sus aliados sean quienes queden completamente locos.

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