domingo, 14 de marzo de 2010

EL CAZADOR

Populardesanluis@yahoo.com.ar
Relatos verídicos por:
Dr. Mario R. Filippa
Medico Rural
Serían más de las 9 de la noche en el pueblo de Beasley Provincia de San Luis hace ya muchos años. Pleno verano. El Hospital estaba tranquilo.
De pronto llega un obrero ferroviario con el mensaje de que en Estación Gorgonta a varios kilómetros pedían ambulancia y medico. Una adolescente en la estancia de un Sr. Becerra (Mario Becerra) se había golpeado un dedo y tenia mareos. Era domingo. El campesino puntano es un de los mas sufridos del país, pero también uno de los mas exigentes. Le pido a la enfermera que me acompañe (el único chofer de franco), nunca hay que creer lo que “dicen”que tiene un paciente y menos en el campo. Cargo un rifle del 22 por las dudas, muchas veces nos quedamos tirados con la camioneta rota en esos inmensos desiertos sin alimentos y tomando agua del radiador. Ahora tendríamos con que defendernos. Era una hermosa noche de verano y las estrellas inmensas pendían de lo alto de un cielo azul turquesa, parecía que podíamos tomarlas con las manos. No había una brisa en la noche silenciosa.
Salimos. A medio camino aparece un grupo de vizcachas que corrían frente a nosotros iluminados por los faros de nuestra camioneta. Decido comer escabeche al día siguiente. Dos. Una para mí y la otra para la enfermera y su familia. Paro, bajo, le apunto a la más grande y disparo. El animal tocado se encoge y se queda quieto con la boca abierta listo para morder. Era un vizcachón inmenso que mostraba agresivo sus poderosos dientes, me detengo frente a el y no me atrevo a ultimarlo con el taco de mi bota. Vuelvo a la camioneta y traigo un hierro. Al levantarlo para matarlo me parece ver (semi encandilado por las luces del coche) en un caldén al lado entre las vías y el alambrado, un montón de chispas que envolvían al árbol. No le doy mayor importancia. Levanto el inmenso animal, lo llevo y lo tiro junto al hierro en la caja de la camioneta. Todo habrá durado unos 3 minutos. Al entrar para continuar la marcha la enfermera aterrorizada me dice que el árbol que yo había visto “se había incendiado frente a mí” y desesperada me pide que volvamos. Avanzo con la camioneta y la coloco cruzada iluminando el caldén, el alambrado y las vías. Bajo. La enfermera se queda temblando por temor a quedarse sola si algo me pasaba. Con la linterna en mano y el arma en otra me las ingenio para pasar el alambrado y me detengo bajo el árbol. Ilumino con la linterna por todos lados. No se ve nada raro. Vuelvo a cerciorarme rama por rama hasta la última ramita, veo si había fuego, humo. Nada.
Subo a las vías (había allí una alcantarilla) pego un grito y hago un disparo al aire, enfoco las vías y a los costados. Nada.
Vuelvo a la camioneta, hacemos el auxilio y volvemos al hospital. Nunca volví a hablar con la enfermera Niria Videla de lo que vimos esa noche juntos. ¿Seria que la sequía, la proximidad del alambrado con las vías férreas podrían producir un fenómeno eléctrico de ese tipo en ese árbol? Nunca lo supe. Y lo vimos los dos. Esto fue un verano de 1979. El vizcachon peso 14kgs. Al volver del auxilio pasamos junto al caldén y no se veía nada raro. La enfermera miraba la noche ansiando llegar. No se por que surgieron a mi mente los hermosos versos del salteño Juan Carlos Dávalos mientras cruzábamos raudos esa hermosa noche de San Luis.
Cazando vicuñas anduve en los cerros
heridas de bala se escaparon dos.No caces vicuñas con armas de fuego
Coquena se enoja me dijo el pastor…
Esta fue la única cosa rara de las tantas que vi en el campo que no pude descubrir su origen hasta ahora.
Nota de autor: Coquena es la diosa Inca que protege los rebaños de vicuñas.

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